«El camino a la felicidad» patrocinado por los medios de comunicación y las redes sociales

Sin duda, uno de los hitos del ser humano ha sido la revolución digital. En pocas décadas hemos logrado romper la barrera espacio-temporal para la difusión y el acceso a la información: tras escasos milisegundos, podemos saber qué ocurre en el otro extremo del mundo con un simple click y, todo ello, a bajo coste. A priori, parece que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación se conforman como herramientas diseñadas para incrementar nuestra calidad de vida que, además, han venido para quedarse. Tanto es así que algunos expertos bautizan esta época histórica como la era digital o de la información.

Asimismo, este nuevo período viene acompañado de unos indicadores económicos que continúan al alza, un mundo en el que caen menos soldados en combate que en ningún momento desde la Segunda Guerra Mundial (pese a las tristes noticias que nos llegan desde Siria, Ucrania y otras partes del planeta) y en el que el porcentaje de niños que mueren de hambre es el más bajo de la historia. No obstante, los niveles de bienestar muestran una tendencia que contrasta con este escenario social aparentemente idílico.

Según el informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas publicado el pasado año 2021, España encabeza la lista de países a nivel mundial donde existe más consumo legal de ansiolíticos.

Evolución del consumo de ansiolíticos en España. Fuente: Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, Ministerio de Sanidad.

 

Por otra parte, según la Encuesta Europea de Salud publicada en 2021 por el Instituto Nacional de Estadística, nuestro país el cuarto de Europa con más casos de depresión diagnosticada, alcanzando a mediados del 2022 la inquietante cifra de 2,1 millones de personas (sin contar con aquellos/as que no diagnosticados por dificultades para acceder al sistema sanitario). Trastornos de conducta alimentaria en aumento entre los/as adolescentes, una media de 11 suicidios diarios, incremento de la prevalencia de psicosis…

En resumen, problemas de salud mental. Innegablemente, la pandemia ha disparado las cifras, pero el crecimiento descontrolado de las mismas era cuestión de tiempo. Por ello, dejando un lado este peculiar factor, nos preguntamos cuál es el papel concreto de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías en este impredecible escenario social.

Una de las contrariedades que han surgido como parte de la era digital es el bombardeo continuado de todo tipo de información y la dificultad para discernir fuentes fiables de difusión. Esto es especialmente evidente en las redes sociales, las cuales se están consolidando como las principales herramientas de búsqueda de información, datos y entretenimiento, adelantando por la derecha y sin previo aviso a los medios tradicionales como la televisión. La gran ventaja de las redes sociales es el acceso a información basada en el interés y preferencias del consumidor; derivado de ello, el gran hándicap es el fortalecimiento del famoso sesgo confirmatorio, es decir, la tendencia natural a favorecer, buscar, interpretar y recordar aquella información que confirma nuestras creencias.

De este modo, comenzamos a percibir una única realidad. Una realidad plagada de influencers luciendo sus cuerpos esbeltos, una realidad de anuncios publicitarios de viajes de ensueño que parecen estar al alcance de todos/as, una realidad donde la meritocracia está impregnada imaginario colectivo y, por ende, en la taza del desayuno, donde se asume que “si te esfuerzas, vas a conseguir todo lo que te propones”.

En definitiva, los medios de comunicación y las redes sociales han transformado el ideal de felicidad, imponiendo la búsqueda incesante del hedonismo. Un ideal de felicidad que, a su vez, ha modificado nuestras expectativas de vida, nuestras aspiraciones, nuestros valores y nuestros planes de futuro. Unos pocos conseguirán acceder a él, pero ¿qué pasa cuando no encontramos todo lo que ha logrado el/la que aparece tras la pantalla? Frustración, insatisfacción vital crónica, apatía, falta de sentido y significado en la vida, etc. En conclusión, el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de problemas de salud mental.

Estas huellas emocionales son especialmente relevantes entre los/as adolescentes y jóvenes, los/as cuales están forjando su identidad, proceso para el cual la comparación y la aprobación social es inevitable y poderosa. Dicha comparación no solo se produce hacia el entorno social próximo y los/as iguales, sino también hacia los/as modelos de referencia sociales. De ahí que los altos estándares establecidos a nivel social y, dicho sea de paso, inalcanzables para la mayoría, den lugar a autoexigencias continuas, expectativas frustradas, niveles de depresión preocupantes, ansiedad generalizada, problemas de autoestima, cyberbullying, etc.

No seamos ingenuos/as: los medios de comunicación, la publicidad y las redes no van a desaparecer. De poco sirve caer en el reduccionismo de etiquetarlas como buenas o malas y venerarles o declararles la guerra; la verdadera cuestión es reflexionar acerca del uso adecuado de las mismas. Por suerte, la sociedad aún seguimos siendo tú y yo: protejamos e incentivemos una realidad más allá de la pantalla, seamos conscientes de que esta última es solo una parte ínfima de todo el mundo que nos rodea, un fragmento que, asiduamente, se aleja de nuestro día a día. Y, sobre todo, que somos mucho más y más reales que lo que muestra nuestra cuenta de Instagram.

Artículo elaborado por Afempes Asociación de Familiares y Personas con una Enfermedad Mental de Paterna, L’Eliana y San Antonio de Benagéber.

 

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